Es una realidad, el dolor de parto se olvida. Lo que no olvido es que duele muchísimo, aunque en realidad prefiero llamarle sensación y no dolor, así que lo que no olvido es que ha sido la sensación más intensa que he experimentado en mi vida y que jamás imaginé que sería capaz de soportar a ese nivel, pero lo hice ¡Lo logré! Y estoy segura que todas las mujeres sin excepción podemos hacerlo; realmente solo se necesita una cosa, confiar en nosotras mismas, eso fue lo que yo hice, me informé, leí todo lo que pude, confié en la naturaleza, en mi cuerpo y así parí.

Mucho tiempo antes de embarazarme, incluso antes de casarme, sabía que quería tener un parto respetado, en agua y sin intervenciones. Durante mi servicio social en Oaxaca en Nueve Lunas descubrí que había otra manera de parir, muy diferente a lo que nos cuentan o a lo que vemos en las películas o en Discovery home & health. Tuve la oportunidad de tomar un curso básico de Doula y ahí nació mi pasión por el tema. A partir de ahí me dediqué a buscar información, a leer muchísimo y a seguir en redes sociales todo lo que tuviera que ver con parto humanizado.

Mi primer contacto cercano y real con el parto respetado fue con el nacimiento de Valeria, mi ahijada. Cuando Martha se embarazó yo le platiqué todo lo que sabía sobre el tema y ella se dedicó a investigar, se preparó muchísimo y así lo hizo, Valeria nació en agua, después de 24 horas de trabajo de parto que Martha describe de manera increíble en donde jamás oí que hubiera vivido algo feo o causante de traumas, al contrario, fueron momentos hermosos, llenos de amor y de intimidad. De alguna manera yo le había transmitido algo de teoría pero fue como si con su experiencia hubiera comprobado que todo lo que yo sabía acerca del tema era cierto y estaba más segura que nunca que yo así lo quería.

Luego Martha tuvo a Gonzalo en agua, en su casa, yo ya estaba embarazada, así que si alguien me empoderó con sus relatos de partos fue ella, además me dijo algo muy cierto que me ayudó a ver el dolor desde otra perspectiva: “nunca dije que no doliera, pero hay una enorme diferencia entre dolor y sufrimiento y el dolor de parto es un dolor que se disfruta, no se sufre” le estoy y le estaré eternamente agradecida.

Yo no creo en las casualidades y esta historia está llena de cosas maravillosas, una de ellas fue haber encontrado al mejor doctor, Roberto Moreno. Yo ya lo tenía ubicado por una foto que vi en la página de Facebook de Danatal donde está ayudando a una mujer en trabajo de parto con un rebozo para disminuir el dolor, obvio en cuanto lo vi me dediqué a investigar quién era.

Danatal es otro punto clave en mi historia de parto; antes de llegar a Guadalajara a vivir, me puse a investigar qué era lo que había aquí sobre parto humanizado y las encontré a ellas en Facebook y empecé a seguirlas.

Cuando supimos que estaba embarazada lo primero que hice fue hablar para hacer cita con Roberto. De esa consulta, donde pudimos ver a Renata de 3 semanas de vida (5 de embarazo) Johnathan y yo salimos encantados y seguros de que era el doctor indicado, conforme lo fuimos conociendo confirmamos que estábamos en las mejores manos. Roberto es un defensor del parto natural y fisiológico, admira y respeta la naturaleza de la mujer y su capacidad para parir, en este proceso él se convierte en guía y espectador, dejando que la naturaleza fluya sin intervenir innecesariamente. Nos informó y nos preparó con lujo de detalle sobre cada etapa en el embarazo y sobre lo que iba a suceder en el trabajo de parto y en el parto. En cada consulta me sentí atendida con cariño, y sobre todo fui escuchada y respetada en cada decisión.

Confiamos de tal manera en Roberto, que yo sabía que si por algún motivo el nacimiento de Renata terminaba en cesárea, era porque habría agotado primero todos los recursos y que en ese caso se hubiera rescatado todo lo posible de mi plan haciendo una cesárea humanizada.

En Danatal nos anotamos para el curso de preparación para el parto y así fue como conocimos a Diana, Fabi y Nayeli, nuestras doulas. Sobre los temas del curso, yo ya estaba algo informada (quizá demasiado) pero me fascinó haber tomado el curso con Johnathan porque después de cada sesión salíamos con temas nuevos que platicar y sobre los que tomar decisiones importantes para el gran día, además nos acabamos sintiendo súper preparados y confiados para la llegada de nuestra pequeñita.

Durante todo el embarazo, leí mucho y vi muchísimos videos de partos y cada vez me sentía más empoderada, jamás dudé de lo que quería y de cómo lo quería, la gran incógnita era cómo se sentiría, qué pasaría, si todos saldría como lo deseaba, cuánto dolería y cómo le haría para soportarlo, pero aunque parezca loco, moría porque llegara el momento, deseaba sentir esos dolores y saber ya cómo iba a ser el momento por el que tanto me había preparado.

El miércoles 20 de Abril, un día antes de cumplir 39 semanas tuve revisión con Roberto y le dije que las contracciones Braxton Hicks habían aumentado en esos días y vimos en el eco que más de la mitad de la cabeza de Renata ya estaba encajada en mi pelvis así que Roberto nos dijo que era cuestión de días y que seguramente la siguiente vez que nos veríamos sería en el hospital.

El jueves 21 tuve muchas más contracciones así que decidí avisarle a mi mamá que en cualquier momento podría comenzar el trabajo de parto y al día siguiente a primera hora tomó un vuelo hacia Guadalajara. Yo juraba que con la llegada de mi mamá me iba a relajar y con eso empezaría el trabajo de parto, pero no pasó; igual que los días anteriores, seguían las contracciones sin dolor, muchas pero sin avanzar en frecuencia ni ritmo, así que fuimos a distraernos a la calle y caminamos mucho. Lo mismo sucedió sábado, domingo y lunes, tenía contracciones todo el día pero no me dolían y se quitaban en la noche, así que el lunes decidimos que si el martes amanecía igual iríamos al centro joyero y así fue, el martes 26 a las 11 am estábamos en camino al centro cuando empecé sentir una ligera diferencia, ahora si me dolían un poco, en cada contracción sentía un pequeño coliquito así que empecé a estar más consiente de ellas y a fijarme en el reloj, me di cuenta que las tenía cada 10 minutos pero como ya llevaba varios días así, no creí que eso avanzara con rapidez así que me la tomé con tranquilidad y disfrutamos del paseo, comimos en la casa y pasamos una tarde común y corriente sin preocuparme, realmente yo creía que pasaría lo mismo que los días anteriores y que se quitarían en la noche.

Como a las 9 pm vimos un capítulo de nuestra serie del momento, yo estaba sentada en la pelota porque ya no aguantaba mucho tiempo en el sillón y más o menos a las 11 pm nos dimos las buenas noches pensando que si avanzaba, al menos habríamos descansado algo. En fin, no hubo tal descanso porque comencé a tenerlas cada 7 minutos y el dolor apenas había aumentado un poco, así que a las 11:30 con ánimo de no “molestar” a Roberto le envié un mensaje para avisarle que ya habían empezado “las buenas” pero a las 12 pm me di cuenta que no lo había leído, en ese momento yo ya tenía contracciones cada 6 minutos y por supuesto el dolor había aumentado así que le hablé entre una contracción y otra. Yo creo que mi voz le sonó tan fresca que me dijo que intentara dormir y que cuando me despertara por el dolor, le marcara; muy ilusa le hice caso y me acosté pero la siguiente contracción me levantó, la sentí mucho más dolorosa estando acostada, hice otro intento más por descansar pero fue imposible, las siguientes contracciones empezaron a ser más fuertes, yo las controlaba perfecto con respiración y movimiento (recordando todo lo visto en el curso) mientras, Johnathan tomaba la duración y la frecuencia. Los dos esperábamos que comenzara el trabajo de parto activo como la teoría lo marca: 3 contracciones en 10 minutos por 1 hora, pero nunca sucedió, yo dejé de sentir el paso del tiempo, estaba muy confundida hasta que Johnathan me dijo que llevaba 40 minutos con contracciones cada 3-4 minutos, y yo pensé ¿en qué momento sucedió? ¡Si hace un ratito las tenía cada 6! Ahí Johnathan sugirió llamar a Nayeli que es doula y es nuestra vecina, pero le contesté que esperáramos un poco más.

Entre una contracción y otra me daban ganas de hacer pipí así que fui varias veces al baño. Sentía que ya no me daba tiempo de descansar, sólo me daba tiempo de hacer pipí. En una de esas veces, salió el tapón y justo cuando iba saliendo del baño después de ver el tapón, oí y sentí como se rompió la fuente; entonces sí, decidimos despertar a mi mamá y llamar a Nayeli en lo que yo me metía a bañar, creo que eran como las 2:30 am y durante el baño que duró como 5 minutos tuve 3 contracciones y con ellas comencé a vocalizar.

Cuando salí de la regadera ya había llegado Nayeli y empezó a tomar el tiempo de las contracciones, me dijo que me relajara porque faltaba que se estabilizaran (3 en 10 por 1 hora) me acuerdo que ahí me sentí frustrada, la sensación ya era fuertísima y comencé a dudar de mi misma. Luego Nayeli empezó a darse cuenta que no se estabilizarían porque las tenía muy seguidas y se me juntaban 2 contracciones sin descanso, así que me dijo que iba a hablar con Diana para decidir quién iría al hospital conmigo, cuando regresó de esa llamada yo ya sentía ganas de pujar, eran como las 3 am, me dijo que Diana me acompañaría y sugirió que saliéramos a las 4 am para ir con “calma” pero a mí algo me decía que Renata era un poco impaciente y no iba a esperar mucho más, así que les dije que ya me quería ir al hospital.

Quizá ya estaba entrando en la etapa de trance porque ya no podía hablar, solo en mi cabeza pasaban pensamientos “¿cómo lo voy a lograr?” “todavía me falta llegar al hospital y todo el trabajo de parto allá” tampoco me di cuenta en qué momento mi mamá y Johnathan metieron todo al coche y mucho menos volví a preocuparme por avisarle a Roberto y a Diana, gracias a Dios existen los maridos que de eso se encargan ellos.

Salimos de la casa a las 3:30 am. Me fui hincada en la parte de atrás de coche, recargada en unas almohadas y detenida no sé cómo del cinturón, soplando por recomendación de Nayeli para no pujar, pero era inevitable, mi cuerpo me obligaba a pujar con todas mis fuerzas. No sé cómo me pude bajar del coche o avanzar dentro del hospital, lo que sí sé es que se me hizo eterno el camino al cuarto y en cada contracción me recargaba en mi mamá.

De lo siguiente no me acuerdo mucho, sé que llegó primero Diana y tuve una sensación de alivio impresionante, me calmó y buscó dentro de su maleta de Mary Poppins opciones para calmar el dolor, pero yo ya estaba en trance y no me acuerdo mucho, además estuve la mayoría del tiempo con los ojos cerrados, metida en mi misma, como en otra dimensión, llevando cada contracción como si fuera una ola que me arrastraba y cuando era capaz de salir a tomar aire llegaba otra ola y me volvía a sumergir, en ese punto sólo sentía y créanme, sentía más de lo que nunca lo había hecho, concentrada en lo que pasaba dentro de mí y conectándome con Renata, en esos momentos solo ella y yo vivíamos lo mismo, la misma fuerza, entregándonos por completo, dejando a nuestro instinto ser y hacer.

Poco después de Diana, llegó Roberto y dijo que tenía que revisarme; una vez más sin poder comunicarlo, sabía que no era necesario porque ya venía mi bebé, solo pude decirle que no me podría acostar ni sentar, en ese momento estaba parada y recargada en la cama pero Roberto con voz calmada insistió en que me sentiría cómoda sentada en el baño y así me revisó, me dijo que era hora de irnos al agua que estaba con 9 cm de dilatación, me llevaron en silla de ruedas y sin que fuera parte del plan, le pedí a mi mamá que nos acompañara, ya había vivido con la misma intensidad todo el proceso ¿cómo se iba a perder la mejor parte?

Cuando entré en el agua caliente volví a estar consciente del entorno y del exterior, me relajé por completo y dejé de sentir dolor; incluso me costaba sentir cuándo iniciaba una contracción. La naturaleza es tan sabia que en ese rato me dejó descansar un poco después de las horas tan intensas que había pasado. Comencé a fluir con la música, con el movimiento del agua, con mi respiración, con la fuerza de mi cuerpo para empujar, con la naturaleza, con Johnathan que me abrazaba por atrás y con nuestra bebé.

Pasé un buen rato pujando, las primeras veces las sentí de práctica y luego vinieron las buenas en donde se empezó a asomar la cabecita de Renata. Estaba en una postura donde no me sentía tan cómoda pero en la que permanecí como 40 minutos hasta que Roberto sugirió cambiar de posición, así bajé las piernas que estaban recargadas en la tina y me coloqué en cuclillas, como la postura de la diosa en yoga o como diría Diana, en un grand plié en segunda posición. Me sentí tan cómoda que bastaron 2 pujos para que Renata naciera.

Todo ese tiempo en la tina estuvimos en penumbra y cada vez que abría los ojos podía ver a Diana y a mi mamá observarme como quien admira un atardecer en la playa, con rostros tranquilos y las dos me sonreían. Roberto y Franky, nuestro pediatra, respetaban el espacio y esperaban un poquito apartados para que no me sintiera observada pero en cada pujo escuchaba la voz de Roberto dándome ánimos y echándome porras, diciéndome lo bien que lo estaba haciendo.
Escuchaba también la voz de Diana tan pausada y serena dándome instrucciones, esa voz nunca se me va a olvidar porque era la única que entendía.

Johnathan me detenía, me empujaba, me abrazaba y me soportaba. Me decía al oído que ayudara a Renata a nacer y lo decía con tanta firmeza y con tanto amor que gracias a esas palabras saqué la fuerza que jamás imaginé tener para cada pujo.

Y ese momento, en que Roberto sacó a Renata y me la pasó, todo tuvo sentido; el dolor y el cansancio como por arte de magia desaparecieron.

Nunca había sentido tan cerca a Dios como en el momento en que abracé a mi bebé por primera vez.
Me encantó parir. Lo volvería a hacer mil veces más igual. ç
He escuchado algunos relatos de partos respetados, naturales, sin intervenciones y aunque todos son completamente diferentes, hay algo en la que todas coincidimos al platicar nuestra historia: no cambiaríamos nada de lo que vivimos.
Vivir esta experiencia me transformó en lo más profundo de mi ser. Renata llegó al mundo en un ambiente tranquilo, lleno de amor, sin prisas, abrazada y apapachada desde el primer segundo. No solo nació ella, nacimos nosotros como papás, nacimos como familia. Esa imagen de los 3 abrazados la guardaré y atesoraré toda mi vida.
Descubrí en mí una mujer más fuerte de lo que creía que era y agradezco profundamente a los que me apoyaron con mis ideas “hippies y locas”. A Dios por permitirme dar vida y ser testigo de ese milagro todos los días. A mis papás que al principio estaban escépticos y ahora dan testimonio de la maravilla del parto humanizado, a Fabi, Diana y Nayeli por empoderarnos en cada sesión durante el curso, y en especial a Diana, que me dio confianza y fuerza en todo momento durante el parto.

Gracias a Roberto, el mejor doctor y partero, no hay nada que valore más que haber confiado con los ojos cerrados en él, sin dudar nunca en que defendería y respetaría mis deseos. Un doctor ético, con muchísimas más herramientas y conocimientos que la mayoría de los que he conocido pero que tiene la humildad de aceptar la grandeza de la naturaleza, admirarla de tal modo para respetar los tiempos de cada mujer, acompañando y no imponiendo, guiando con sutileza y adaptándose a cada proceso, haciéndolo único cómo única es cada mamá y cada bebé, a pesar de tener muchos partos a la semana y a veces varios al día, le da el protagonismo a quien lo merece en el momento más importante de sus vidas.
Gracias a Franky por recibir con tal cuidado y cariño a Renata y defender el apego inmediato.

Gracias a Johnathan, sin ti jamás lo hubiera logrado. Gracias por aceptar mis locuras y abrirte a ellas, por informarte y empoderarme. Gracias por darme fuerza y soportarme física y emocionalmente en todo momento. Gracias por ser el mejor esposo y el mejor papá y por haberte aventurado conmigo en esto de darle a Renata la bienvenida al mundo como lo queremos para ella, lleno de paz y de amor.
Y sobre todo gracias Renata por ser mi motivo, gracias porque soy tu mamá.

Renata nació el 27 de Abril del 2016 a las 5:50 am

Jimena Orbezo

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