A eso de los 20 días que tuve a Ananda, comencé a sentir una necesidad de compartir mis ideas con respecto a mi muy novata maternidad. Tenía flashazos del parto, de mi panza de embarazada, de los primeros días de cuando me enteré que la llevaba dentro…en fin, creo que podría considerarse que tuve los “Baby Blues” famosos muy a mi estilo: una forma de melancolía y alta sensibilidad, mezclada con felicidad suprema y ese justo es el significado en sánscrito de mi hija: ANANDA.

Ananda llegó un lunes 29 de junio, pero se comenzó a anunciar desde las 12 de la media noche cuando mi fuente se rompió. Desde aquí que uno se da cuenta como el cuerpo de cada mujer reacciona a su forma; cada bebé nace como quiere y debe nacer, a su tiempo y a su forma.

Después de 7 horas de muy ligeras contracciones, lo que se podría llamar una fase temprana tranquila, comenzaron las verdaderas contracciones que me llevaron al hospital a las 7 de la mañana. Salí de mi casa ya dobladilla de dolor, con unos cólicos incesantes y nervio y emoción al por mayor. Me despedí de mis papás, quienes son parte de mi tribu y vinieron desde Mexicali a acompañarme: Miguel y Paty.

Mi papá se lanzó minutos antes por un café a la tienda para mi esposo Leo y mi mamá nos entregó una lonchera con manzanas, sueros y nueces. Me sentí como cuando iba a un día de campamento, pero en esta ocasión íbamos mi esposo y yo a un hospital a tener a nuestro bebé durante una pandemia llamada COVID-19, y en aquél momento desconocíamos si sería niño o niña: Lucas o Ananda, nuestro bebé sorpresa.

Mi trabajo de parto duró 12 horas, desde el inicio de las contracciones importantes hasta el momento en que mi pequeña guerrera se aventó por el canal como un petardito, decidida a salir al mundo.

Me encantó la idea de tener un parto humanizado, un parto en agua, con un equipo que no cambiaría por nada del mundo; comenzando por mi esposo, quien fue el mejor compañero, si no hubiera estado él presente, nada hubiese sido igual. Mi compañero de vida sin duda alguna y ahora el mejor ser de este planeta para llamar “padre de mi hija”.

Mi doula, la “Mary Poppins” así la llamo yo…quien llegó con su maletita a ayudarme a controlar el dolor pero también a llevarme a lugares que no quería ir, a sensaciones que quería evitar, pero que gracias a su guía logré dilatar más fácilmente y mi parto no se alentó.

Mi doctor, quien por 9 meses se mostró confiado, amigo, consejero, y fue el mejor director de la orquesta esa tarde, con direcciones precisas de cómo respirar, cuándo pujar, cuándo no.

Mis maestros de yoga y cursos psicoprofilácticos: herramientas que hicieron de mi embarazo y post-parto algo único y especial, estar informada y en forma física fueron mis mejores aliados.

Me encantaría platicar de las enfermeras, pediatra, amigos con mensajes a distancia, familia…de todos, porque para mí, todos representaron ángeles a nuestro alrededor y sus bendiciones y oraciones se hicieron notar en cada minuto de mi parto.

Mi nena nació a las 5:09 de la tarde, sentir como sale de tu cuerpo un ser y tienes la capacidad de percibir la silueta marcarse por el canal de parto es algo inexplicable, ese anillo de fuego del cual hablan en la coronación cuando sale la cabeza y del cual tenía tanto miedo, al final no fue tan protagonista.  El hecho de que salga de tí y salga bien, la sincronía de trabajar en equipo, es algo maravilloso. Aunque debo decir que en algún punto si pensé en querer parar, en ya no seguir sintiendo esa sensación incesante de pujo que cansa, marea, hasta da ganas de vomitar. Pero ahí es justo donde reconoces la labor de tu equipo, todos guiándote, diciendo palabras de aliento y porras para finalizar el cometido.

Nació Ananda, cuando me la enseñan lo primero que veo es su cordón umbilical, y me dirán que es imposible pero entre mi trauma, shock y emoción lo confundí con el pene de un niño, y entonces sí… ¡Grité ¡es un niño, ES LUCAS! Y entonces mi doctor cuestionó: ¿Segura, Belén? Y fue ahí cuando mi esposo, quien se encontraba atrás de mí en la tina durante toda la fase de expulsión me rectificó: ES NIÑA, ES ANANDA!!!

Entre risas y llanto, mucha felicidad, felicidad suprema la recibimos y nos la pegamos al cuerpo, llena de su betún, el vernix en su cuerpecito y unos ojos abiertos gritando vida.

Ahí nos dimos cuenta que no había vuelta atrás.

Cada día ha tenido un sabor distinto; de noches desveladas, de encontrarle la razón del llanto, de conocer sus gestos, de entender sus formas ante un mundo que desconoce completamente, pues estando en mi panza no necesitó nada, y ahora lo necesita todo y sin poder pedirlo con palabras.

Mi cuerpo reacomodándose, mi mente ajustándose a ser madre.

Entender aquello que te dicen: tu tiempo ya no será tu tiempo, será el de tu hija y estar bien con ello, aceptarlo. Tus ciclos de sueño perturbados a más no poder y el famoso: “No volverás a dormir igual” pero tus grados de oxitocina en el cuerpo ayudando a mantenerte al alba y energética.

Las primeras 3 semanas de vida de Ananda yo las viví como un sueño, viendo a una nena que miraba fijamente mi rostro al comer; que se entregaba de lleno a mi pecho y que hacía y sigue haciendo los ruidos más tiernos que han escuchado mis oídos. No entendía cómo un ser podía sentirse tan protegido cerca de mí, comiendo de mí, oliéndome como animalito, y estos días comprender que será pasajero y que lo mejor que puedo hacer es disfrutar cada mili segundo de su cercanía.

Intentaba acomodar aquellas cosas que te van compartiendo tus amistades, o los consejos que te da la familia; pero lo cierto es que cada niño es distinto y el instinto de madre es canijo.

Para mí, la presencia de mis papás y mi esposo: mi tribu por elección, asesora de lactancia y amigas expertas en temas perinatales fueron esenciales.

Agradezco en el alma, con todo mi ser y corazón haber contado con ellos. Mis mil dudas se fueron reduciendo poco a poco y aprendí a dejarme llevar y confiar en escuchar a Ananda y sus necesidades.

Mi esposo y yo fuimos 2 por muchos años y ahora somos 3 y ese pequeño bodoque de amor toma lugar principal para ambos, y está bien… el aprender a ser 3 llevará su tiempo pero su amor incondicional por nosotras y su entrega a su hija es lo más hermoso que he conocido de él.

Con respecto al gran tema de LACTANCIA: es algo maravilloso, intenso, retador al inicio, doloroso sí… pero cuando te das cuenta de que eres un mamífero y tu bebé también lo es, todo cobra sentido.

Darte cuenta que eres un instrumento de alimento y por meses escurres leche, manchas todo: ropa, cama, casa entera!

Literal a través de ti corre lo que come tu hija y ese alimento le dará muchos beneficios a futuro, además de crear un vínculo indescriptible, el APEGO SEGURO, aquello que le proporcionamos a nuestros hijos desde que tenemos idea de concebir.

Doy gracias por haber podido dar vida, porque Ananda nos eligió como sus padres.

Por la aventura que recién comenzamos y durará la vida entera, gracias a Dios, al universo, a nuestras semillas.

Por María Belén

4 Comments

  1. Al compartir tu experiencia, sentí la narración de mi parto, aunque fue diferente al tuyo es hermoso volver a recordar como sucedió todo. Y si, dar vida es indescriptible, vivir la maternidad, la lactancia, esos ojitos hermosos mirándote es una experiencia única. Muchas felicidades Belén y Leo porque sé que harán de Ananda un gran ser humano.

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